Ya te lo dije, Mamá, ya te lo dije.
Nada regresa: ni el tiempo, ni la cuerda floja,
casi invisible, por donde me jugaba la vida
mientras gritabas: ten cuidado, no te caigas.
Ya te lo advertí antes de nacer
y tú ni caso, y yo ni caso. Que nada regresa, mamá,
nada regresa.
Y yo ni caso, ya me lo advertiste,
que si me caigo le sumaré heridas a la vida
y no podrás curarme a mis 34. Yo tampoco
te salvaré de la artrosis, de los múltiples bastones
con los que golpeas la acera a falta de ausencias.
Y yo ni caso, Mamá, y tú ni caso.
Déjame nadar en lo profundo ahora que sabemos
que nada regresa, sólo por sentir que supe salir a flote,
sólo por ansiar la superficie.
Déjame nadar en lo profundo, si nada regresa,
ni siquiera el agua donde me ahogué,
ni siquiera el pis, las heces que me limpiabas de niña
y no supe agradecer.
Pero si no me hubiera ahogado en la piscina,
pero si no me caigo,
cómo iba a aprender que te dolía el orín
que recorría mis piernas,
cómo iba a escribirte este poema antes de morir
cómo iba a saber que nada regresa, Mamá,
que nada regresa,
ni siquiera las palabras: ten cuidado, no te pierdas.