Y que no me suelte la vida, que no me suelte...
las plantas de los pies sobre la hierba,
la espalda acariciada por el llano
que nunca conocí sin conocerte.
Quiero volverme agua, caballo viejo,
para que no me suelte la vida,
que no me suelte,
y penetrar, amor, por las cavernas
donde fluir sin desbocarme de tu cauce.
Pero que no me suelte la vida, que no nos suelte,
ahora que el hogar está tan cerca
y el grito del tuareg me está diciendo:
" dejaste de ser nómada, respira".
Siento que me nace la mañana
entre la hierbabuena de tu boca,
olor de mi café y de tu mate:
llanera andina, ven, y no me sueltes.