domingo, 13 de noviembre de 2011

evasión


“Recoge lo imprescindible, nos vamos”.
La madre entró al cuarto de la niña, casi púber, sin avisar -no había tiempo de protocolos preadolescentes-. La pequeña, recostada sobre la cama, sólo escuchaba la música que salía de sus auriculares. Se proponía iniciar otra de las cada vez más recurrentes exploraciones carnales. “Evasión”, pensaba sin percatarse de la presencia materna. “Cierro los ojos y me voy”, mientras desabrochaba el botón de los ajustados vaqueros. “No hay nada afuera”, la mano dirigida hacia el pubis.
“¡Recoge tus cosas! ¡Nos vamos!”. El viejo siamés que dormitaba a los pies de la cama desplegó las agudas cuerdas vocales mientras cruzaba furioso la puerta. La niña brincó hasta quedarse paralizada.
-¡Nos vamos, Ofelia, nos vamos! ¿No me has oído? -insistió la mujer, cada vez más inquieta por la premura de la partida- Y ya hablaremos de lo que estabas haciendo. Coge lo imprescindible.
-Pero mamá...
-Ni peros, ni peras, no tengo tiempo de discutir.

La mujer se sujetó el pelo en un improvisado moño con un lapicero, echó un vistazo al desordenado cuarto de la hija, cerró los ojos enrojecidos por la falta de sueño (ni una caja de somníferos podría salvarla). “Evasión”, seguía pensando Ofelia petrificada, “cierro los ojos y me voy”, “cojo a mi gato y me voy”. La progenitora ya había desaparecido, regresó al dormitorio de matrimonio y echó sobre la maleta la poca ropa que le cupo. Volvió a leer la carta que en un ataque de ira había arrugado y lanzado sobre la cama. La orden de desahucio era inminente. No quería pasar por la vergüenza de encontrarse con el vecindario viendo cómo la echaban de su propia casa. Sin dinero, sin otro lugar donde refugiarse, pensó en unirse a los nuevos movimientos de ocupación donde encontraría a otras familias en situación similar.

La niña cogió al gato, lo imprescindible, ajena a las preocupaciones de la madre. No se había desprendido de los auriculares donde un emergente grupo de música gótica apilaba los instrumentos para hacer sonar algo parecido a la desilusión más arraigada. “Evasión, me voy con mi gato” Llueve. “Quinto sin ascensor” Viento. “Estoy volando”. Tierra “Ya no me toco”. Acera: dos cuerpos inertes sobre la acera.

jueves, 10 de noviembre de 2011

rarezas


Nunca la baratija alzó su precio a la altura del nimbo tanto como ahora que todo vale si está hecho a imagen del emperador. Me desnudo como él y digo que dejan de importarme la caída de la bolsa, las contingencias comunes, el canto de las ranas, las conspiraciones. Seguiré viva a pesar del declive: siempre habrá un árbol al que abrazarse, un mar donde sumergirse, una tierra que sembrar. Esos sí, que no me falten. Por lo demás, que caigan los cimientos que soportan nuestras cárceles. Mi casa, mi teléfono, E.T., e.t.c. E t c A partir de ahí, vente conmigo para contar rarezas... u ovejas antes de dormirnos.


LA PANDERETA DIJO (Primera edición)


¿Quién no ha renegado de sus musas o sus musos? (que de todo hay) por bailar la misma música que cotidianamente tocamos? La pandereta dijo es un desafío q todos los instrumentos, entre los que sobresale el ritmo familiar y desacompasado de una historia de amor no solicitada. El libro que tienes en tus manos esconde una realidad donde encuentro y deseo se van transformando en un juego de acróbatas en el que no se sabe cuándo y quién caerá primero.