domingo, 24 de junio de 2012

estoy tentada a...


Estoy tentada a suplicarte, hombre de las cavernas,
que me devuelvas la tierra donde nací,
al menos la gruta, pequeña o grande pero nuestra,
donde guardar el fuego eterno.
Ya ves, así, iluminados, parecemos dioses,
y sin embargo,
somos la fístula infectada de alguna parte.

viernes, 15 de junio de 2012

Mire usted


Mire usted,
hace tiempo que huí del clan depredadores,
procuro alejar la torcida mueca, la risa del coyote
invitándote a almorzar la propia carne, el jugo ajeno.
Desgárrese quien pueda y entregue los cartílagos al líder,
si es que quiere vivir de la migaja, la palmadita en la espalda.

Acaso usted
prefiera que le tiren de una lengua relamida,
le lame el ego que le inviten al consejo de sabios
para escribir las leyes e incluso ser condescendiente.

Ay, pero me cansa, mire usted, que me lo cuente
como si fuera la suya la única colmena
donde chupar las mieles y saciarse;
y que me diga, mire usted, que no me salga
de la retícula pactada me emborrona hasta la náusea.

Tampoco soy del clan de los rebeldes, mire usted,
ni me planteo ser diferente.
Tan sólo quiero asirme a la belleza,
qué palabra, mire usted, y que me deje
saber si me equivoco o es acierto
saltarme alguna regla,
volar sin alas.

sábado, 9 de junio de 2012

Música


Acaso el sonido pueda superar tu propia luz
y alardear,
tan cerca del oído que ni logres entenderlo.

Sólo el éxtasis, la música, huele la confusión
de días idénticos.
Un piano no es sólo un piano:
es el pomo de una puerta siempre abierta:
entra, humea el café sobre la mesa.

Sueña con el estruendo o la caricia
mientras te cuenta cuentos sin sentido.
Siéntelo más cerca:
sólo música es capaz de mejorar silencios.
Y si te cierras, permite al menos
la letanía inconclusa de un desfile de suspiros.
Sólo música es capaz de dar asilo.

domingo, 3 de junio de 2012

Reflexiones sobre una revolución



A todos nos gusta sentirnos partícipes de una revolución, ser los actores del cambio. De este modo, nos encontramos algunas veces, las menos, las calles abarrotadas de movimientos de protesta, y las más, los muros de nuestras redes sociales con cómodos copiapegas y/o “me gusta” de aquello que creemos más coherente con nuestro pensamiento (no siempre de nuestros actos).

A raíz de esto llevo unas horas reflexionando sobre algo que para tantos pudiera ser simple: el cambio, la revolución. Parece obvio que algo no está funcionando en un mundo que, como afirma el Vicepresidente de la ONU, Jean Ziegler -no sé si para ganar popularidad-, hay suficientes recursos naturales como para que una sola persona esté pasando hambre. Las oleadas de indignación se expanden a lo largo y ancho de nuestros países ahora que hemos descubierto la gran mentira en la que se sustentan los estados; en el momento en el que se nos quita el caramelo envenenado con el que se nos quiso vender la idea de igualdad de oportunidades, el niño/a quiere azúcar y se queja. Normal, de sistemas paternalistas, nacen sociedades inmaduras que cierran los ojos o vuelven la cara hacia otro lado mientras se les dé la golosina.

Pero ahora estamos en la cuerda floja, no importa si hay quien lleva siglos de opresión, porque hoy por hoy es nuestro bienestar el que tambalea. Entonces sí, salimos a la calle y protestamos en las redes sociales, lo cual me parece bien, al fin y al cabo las grandes transformaciones no se gestan de un día para otro. Sin embargo, tras el derecho a pataleta, me pregunto en qué consistirá el siguiente paso o la verdadera revolución. Me parece muy acertado lo que apuntaba Hemingway al afirmar que La revolución no es un opio, es una purga, un éxtasis que sólo prolonga la tiranía. Los opios son para antes o después. Resulta muy tentador dejarse invadir por la rabia o la desesperación para recuperar lo que ha sido arrebatado. A más de uno o una se le pasará por la cabeza quemar los bancos o parlamentos como medida urgente de cambio. Destrozar todo lo que representa el poder que se pone las botas a costa de la miseria ajena, en vista de que las manifestaciones pacíficas de protesta no dan los resultados esperados. Sin embargo, desde mi punto de vista, combatir la violencia gubernamental con más violencia, nos llevaría a un peligroso camino de difícil retorno en el que no me gustaría penetrar. La violencia genera siempre más violencia, además de fortalecer a quien está en una posición más favorecida.

Por otro lado, más de un gurú aprovechará también las circunstancias para hacerse eco de las carencias, guiará a las víctimas con la promesa del cambio, alimentará su ego, y sobre todo el propio bolsillo para, tal y como ha ocurrido en casi toda revolución desde la historia de la humanidad: sentarse en el trono y repetir el ciclo.

Por tanto, si es inevitable que unos líderes sustituyan a otros sirviéndose del flujo de energía que mana del descontento general, para más tarde ejercer el poder con los mismos o peores métodos del que fue derrocado, me pregunto cuál será la alternativa.

Tengo mis propias ideas al respecto. Imagino que los cambios ya se están produciendo a unos niveles más profundos y esenciales, y en cada cual está aceptarlos y dejarlos fluir o rebelarse contra ellos. Entre tanto, claro está, existe la preocupación de cubrir las necesidades básicas, que no serían insuficientes si simplemente aprendiéramos a utilizar los recursos naturales y dejáramos a un lado el pensamiento antropocéntrico que hemos nutrido durante milenios, si nos abriéramos en busca de otras perspectivas. Pero eso es algo que remueve, sacude en lo más hondo, saca del aletargamiento, al ser un hecho que corresponde a cada individuo independientemente de acciones ajenas. Supone ser el propio dueño (léase también en femenino), con lo que eso conlleva, que no dependan de nadie nuestros recursos, y sobre todo, sentirse parte y no amos (léase como se quiera) de la unidad global que llamamos universo.

viernes, 1 de junio de 2012

blanco y negro


Yo era un blanco y negro,
una antigua película quemada,
la foto inerte en el cajón.
Quería expandir la propia imagen
antes de diluir los ojos bajo la gota fría
que surgiría del fondo de una garganta osada.
Yo era la mota de polvo en tu televisor,
la que te daba arcadas si me veías salir
de una lata de sardinas. La raspa que se clavaba
en el agua destilada
...o eso pensabas tú:
que era un gris tan desabrido que ni el contraste hallabas
entre el rojo de tu vino y la carne bajo el sol.
Y aunque a veces leves focos
apaciguaran la almohada
te creíste tan de blanco,
me vestiste tan de negro,
que me perdí en el punto
al apagarse la pantalla
hasta asirme a lo invisible y a la vuelta del color.

LA PANDERETA DIJO (Primera edición)


¿Quién no ha renegado de sus musas o sus musos? (que de todo hay) por bailar la misma música que cotidianamente tocamos? La pandereta dijo es un desafío q todos los instrumentos, entre los que sobresale el ritmo familiar y desacompasado de una historia de amor no solicitada. El libro que tienes en tus manos esconde una realidad donde encuentro y deseo se van transformando en un juego de acróbatas en el que no se sabe cuándo y quién caerá primero.