es lo mismo:
con o sin despertador el día amanece,
o simplemente amanece.
La espuma blanca de unos ojos corren
bajo el agua del grifo.
La tez lejana, pálida, se asemeja a la
nieve de Moscú,
a cualquier nieve.
No conoce Moscú,
no conoce el polo sur,
no conoce los extremos, sin embargo,
sueña con el largo invierno donde el
tiempo congelado se detenga
y enfríe la ansiedad de búsqueda,
olvide una carencia.
Como si nada ocurriera, calienta el
agua del té,
sigue adormilándose con las noticias,
no piensa correr, sin embargo,
miles de números, perfiles,
candidatos,
se agolpan en las bolsas de trabajo.
“No ha sido seleccionado para el
puesto”.
Perder,
ya no hay mucho que perder cuando
simplemente amanece,
salvo el amor que nunca duerme,
es entonces cuando,
un día
cualquiera,
alguien atraca un banco.